Desde hace un tiempo, lo que hasta hace poco se entendía como crítica de arte en los medios de comunicación se ha visto desplazado hasta su virtual desaparición. Ahora, en su lugar se destinan mayores espacios a la información sobre el acontecer artístico privilegiándose, en general, lo que tiene que ver con el mercado de arte antes que la creación artística propiamente dicha.
Otro aspecto como los anecdóticos o los de la vida social del arte completan un panorama en el que la valorización crítica ha quedado prácticamente borrada.
Es interesante observar que los propios críticos de arte han aceptado con resignación esta circunstancia y han perdido la mira de tener una columna, un espacio en los medios de comunicación.
En la actualidad su máxima aspiración pasa por ser organizadores y curadores de exposiciones, integrar jurados o participar en cursos y seminarios.
Actuar en los medios de comunicación -que ya no los requieren más- ha dejado de ser un objetivo profesional.
Por lo demás, el crítico especializado ha sido reemplazado en los medios por cualquier otro periodista. Vale decir que esa mirada especializada, capaz de dar una opinión fundada ya no interesa más. Es una forma de muerte de la crítica que renace en otras dimensiones más circunscritas, fuera del alcance de la comunicación masiva.
Mientras tanto, al quedar todo reducido a la comunicación el arte es presentado como mercancía o como espectáculo. Su dimensión profunda, revulsiva, motivadora y transformadora, que abre nuevos horizontes al pensamiento y a la percepción, está ausente, en el mensaje, comunicativo en los medios.
En ese sentido puede decirse con Hegel que el arte es cosa del pasado.
¿Cómo se podrá lograr insertarlo en la opinión pública desde su verdadera perspectiva?. En un país como el nuestro, donde el arte tiene tan poca presencia en la vida social, esta tarea parece un verdadero desafío para el periodismo cultural.
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